Cuando
los mundos, vida y muerte se cruzan
generan un horizonte. Un horizonte capaz de volverse celeste o tierra. Un
horizonte de unión entre esferas disímiles. Un horizonte que existe y no existe
al mismo tiempo. Un horizonte visible pero que no se puede tocar. Un horizonte
hacia el cual se puede caminar pero no se puede llegar. Un horizonte que es
destino pero no llegada. Un horizonte que es como “el objetivo” de la vida… sólo
permite orientarnos para caminar…
….En
el insoslayable infinito destino de las almas de ser, en el instintivo material
universo del cuerpo, en el perturbado incesante plano de la mente, los sucesos
pasados y futuros pueden trascenderse en el instante conciente de ser. Un ser
que encuentra el destino en el instante, un ser que se precipita con valor en
lo desconocido y un ser que incluye las paradojas del destino y se ríe. Fijo mi
ser en el horizonte del amor sintiendo que me envuelve sin poder alcanzarlo,
porque el horizonte no se alcanza sirve de guía. Es un instrumento que orienta
el camino a seguir tomados por otros o nuevo. En ambos casos distintos. Porque
la manera en que los percibo es diferente al resto. Esa diferencia es el tiempo
mismo que pudiendo ser objetivo o subjetivo sucede. Encuentro piedras las
sorteamos, a veces las levantamos. Es conveniente dejarlas como amigas para
continuar libre y liviano de tensiones. Las tensiones generadas por la
resistencia de soltarlas amigablemente. Continúan el tiempo y el camino conmigo,
pero hay algo que ellos no alcanzan. En eso, inexplicable para las palabras me
refugio y me mantiene calmo y humilde. Y se prosigue, intento no desviarme con
los percances que encuentro, para continuar en vida, muriendo. Sirviendo a un
propósito superior, que por ser de esa manera no lo tengo ni puedo comprender,
sino sentir.
To+
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